lunes, 28 de marzo de 2011

UNIDAD II / TEMA 1

“LA FORMACIÓN DE MAESTROS EN LAS ESCUELAS NORMALES”
Autor: Ernesto Meneces.

El texto arriba mencionado, bien podría llamarse “La tragicomedia del magisterio mexicano en el sexenio del genocida”, aunque, si fuera ese el nombre, se estaría abusando de la generalidad y ambigüedad de los términos utilizados.  Para ubicar temporalmente los sucesos en los que se desarrollan los datos recopilados por el autor, debemos remitirnos al periodo de gobierno de Luis Echeverría Álvarez como Presidente de México (1970-1976).
De entrada, se podría decir que Meneces redundó sobre un tema por demás conocido: que si a los maestros les alcanzaba para comer, que si el gobierno hacía caso omiso, y cosas y más cosas… Resumiendo, los siguientes fueron los puntos más importantes tocados por el autor en su texto:
-       En la Asamblea Nacional de Educación Normal se analizaron los temas como: 1) El plan de estudios. 2) Los recursos materiales y humanos. 3) El plan nacional de formación de profesores.
-       En base a las propuestas de las diversas reuniones y asambleas, se cambió el plan de estudios de educación normal en 1972.  Las áreas que lo integraban eran: formación científico-humanística; formación física, artística y tecnológica; y formación específica para el ejercicio de la profesión.
-       En 1971 se creó la Dirección General de Mejoramiento Profesional del Magisterio.
-       Según El Universal, la reforma educativa se convirtió en panacea.
-       Muchos maestros no tenían empleo, y los que sí lo tenían recibían sueldos por debajo del mínimo.
-       El ambiente educativo era de desconfianza y desasosiego, en torno al tenso clima y las relaciones tirantes entre el profesorado y el gobierno.
-       Diferencias notables entre los aumentos de salario simbólicos destinados a los maestros y la inflación.
-       Se estableció un sistema nacional de ascensos para los maestros, donde las jerarquías superiores eran reducidas y las oportunidades escasas.
-       El movimiento sindical de los trabajadores de la educación de México, el SNTE, según Othón Salazar, no era solamente auxiliar de la burguesía, sino su pilar, es decir, parte integrante del aparato del Estado.
-       Se convocaron a diversos paros de labores, aunque las represiones por parte del gobierno de Echeverría Álvarez fueran constantes y severas.[1]
El autor, marcadamente, dio más importancia a cuestiones curriculares, y peticiones incumplidas, con respecto a las represiones sufridas por los contingentes tanto de maestros como de alumnos en las calles nacionales, donde estaban todos aquellos que no se reunían con el presidente a parlotear sobre los avances y las metas de la educación ficticia mexicana.
Por decir algo, podríamos mencionar que en esas 18 cuartillas sólo hay una línea y media destinada a nombrar la matanza de 1971, que fue realizada por el grupo paramilitar de “los Halcones”, y en esa línea no encontramos nada sobre la respuesta del gobierno que, como en muchas otras ocasiones, fue una mera burla:
“Días después en una parodia de investigación, la Procuraduría General de la República destacó el hecho que se habían producido daños en un negocio donde vendían pollos rostizados y que el dueño exigía la reparación del daño por cristales rotos. Más adelante, con grotesco cinismo, el procurador Julio Sánchez Vargas dijo que la investigación del 10 de junio había concluido ya que el dueño de la pollería retiraba las acusaciones por los daños.”[2]
El anterior testimonio, es de una persona que participó en la manifestación, y perdió a su hermano a causa de una bala expansiva en el pecho. Cabe mencionar que dicha protesta pacífica fue la primera seria que se logró después del ’68, donde también tuvo que ver el entonces Secretario de Gobernación (¡a que no adivinan quién!) Luis Echeverría.
A resumidas cuentas, la lectura enaltece las bondades del sexenio de un genocida, y esconde los sentimientos de un pueblo sin voz.  No hace nada más que dotarnos de fundamentos sobre salarios magisteriales que ya todos sabemos, y que la prensa de esos días tenía como orden del día porque era algo de lo que se podía hablar.
Para terminar, considero de suma importancia que como docentes, valoremos las situaciones turbias en las que se ha visto envuelta nuestra profesión, y estemos conscientes de que tenemos un puesto con peso político, lo cual nos demanda estar informados y sobre todo alertas.  Nunca está de más examinar las disposiciones que llegan a nuestras manos, más cuando tenemos un sistema sindical que sobrevive con dinosaurios en el poder que sólo ensucian la imagen del maestro mexicano a nivel internacional.  Pero sobretodo, saber que el estar conscientes y tomar una postura crítica ante las determinaciones que a nuestro puesto atañen, no quiere decir que vamos a ser unos pesimistas al momento de realizar nuestra labor. 
No porque todo esté mal, vamos a hacer que las cosas empeoren; al contrario, con la mejor de las voluntades, debemos ayudar a la comunidad estudiantil a que se enfrente con armas sólidas al mundo que le espera afuera.  No cerremos los ojos ante lo que sucede.  Si bien el ser maestro no es una profesión para hacerte multimillonario… ¿es acaso el ansia de riqueza la que te lleva todos los días frente a tus alumnos?
No se confunda la pregunta anterior con un espíritu altruista hipócrita; no estoy diciendo que regalemos nuestro trabajo, y soy muy consciente de que todo ser humano tiene necesidades básicas que satisfacer con dinero.  Lo único que digo, es que al momento de decidir ser maestro, se tiene plena consciencia de que no se va a ser un Carlos Slim, ni un Bill Gates en el futuro.
Todo depende del cristal con que se mire… ¿o no?
Sandra Meza.


[1] MENECES, Ernesto. “La formación de maestros y las escuelas normales”, en: Historia Regional, Educación Básica y Formación Docente en…” , UPN, México, 1995, Pp. 185-203.

miércoles, 23 de marzo de 2011

"El Mezquite" Cuento.

Compartiendo con ustedes el cuento que escribí en diciembre para el concurso estatal de UPN... Saluditos!

EL MEZQUITE
“En las áridas regiones de la Baja California
se agarraron a balazos policías y ladrones…”
-       El corrido de la palomilla (fragmento).
En 1968 tuvieron lugar muchos acontecimientos impactantes a nivel nacional e internacional, pero yo no me enteré de ninguno.  Mi casa estaba en La Cuchilla, y, en ese entonces, era la última del pueblo.  No teníamos televisión, y no nos importaba; yo y mis hermanitos éramos felices jugando beisbol y comiendo chimangos.
La vida transcurría tranquila por nuestro pueblito.  Por las mañanas le ayudábamos a mi mamá a hacer desorden, mientras ella nos ayudaba a acomodarnos las ideas a jalones de orejas.  Por las tardes, nos gustaba ir a la casa de enfrente, a jugar lotería con Don Chando, que, cuando tenía dinero nos ponía las entradas a todos.  Nos acomodábamos a un lado del mezquite, y nos servían café en unos pocillos abollados por el tiempo, y mordisqueados por la emoción de la mezcla entre el juego y la cafeína.  En lo personal, cuando juntaba dos pesos me retiraba con mi fortuna.
Nuestra mayor preocupación en las temporadas de calor era mantener a los murciélagos fuera de la casa, porque, aparentemente, encontraban nuestro techo de palma bastante cómodo, y nuestra mayor ocupación era quitarnos los piojos unos a otros.  Fuera de ahí no había mucho más qué hacer.  Mi papá se ausentaba por temporadas en un barco atunero, y, de vez en cuando, volvía con alguna que otra novedad de tierras lejanas; lo que sí era seguro, es que al regresar él, mi casa se convertía en una fiesta toda ella; llegaban sus amigos del equipo, y la celebración no paraba hasta el día siguiente.  Mi mamá solía mandarnos un par de días antes a recoger leña, porque el fogón tenía que atizarse a la hora que fuese necesario.
Cuando no estaba mi papá en casa, por las noches nos turnábamos sus botas para pasear por detrás de la puerta dando pisotones hasta que nos dolieran las piernas.  Hacíamos esto a manera de protección, para asustar a los rateros que nunca habían llegado, pero por si acaso se les ocurría llegar, estábamos prevenidos.  Jamás adivinarían que las botas no las traía puestas mi papá.  Mi mamá nos regañaba varias veces por no dejarla dormir, hasta que se hartaba y tenía que levantarse con un huarache en mano; en el escape siempre quedaba una bota por allá, la otra más acá y todos amontonados en la cama recibíamos una que otra nalgada represora antes de dormir.  Eso nos sacábamos por proteger valientemente el patrimonio familiar.
Cuando mi papá estaba en casa, el ritual nocturno era muy distinto: el sueño de mi padre era sagrado.  No soportaba el menor ruido cuando se acostaba a dormir, así que a la hora que nos mandara a la cama no teníamos derecho de apelación en contra de la orden dada, porque nos iba mal si no hacíamos caso.  Entre todos nos callábamos cuando no teníamos sueño, aunque no faltaba la noche que nos diera un ataque de risa colectiva que provocara la ira del Ñiz, y nos diera una tunda a todos parejos para que lo dejáramos descansar.
En una de esas noches imperturbables es que toma lugar esta historia.  Era ya de madrugada y todo estaba tan callado alrededor, que temí despertar a mi papá con el ruido de mis pasos para ir a la bacinica.  Iba de puntitas intentando no tropezar con nada cuando algo interrumpió mi camino y el sueño de todos en la casa: alguien tocaba a la puerta desesperadamente.  Me quedé petrificado del miedo, pues nunca nadie había ido a la casa tan noche y con tanto estruendo.  Pude escuchar cómo uno a uno mis hermanos brincaron de sus aposentos con sus ojos abiertos de par en par como un montón de platos blancos en la oscuridad.  Mi papá gruñó antes de maldecir, y se encaminó a la puerta dando pisotones descalzos que resonaban mucho más fuertes que los que nosotros dábamos con sus botas puestas.  Antes de llegar a la puerta, notó que yo estaba ahí parado, y al instante me mandó a la cama, agarró su bate metálico y preguntó quién era y qué quería la persona que estaba del otro lado.  Una voz que decía cosas que yo no entendía habló entre llantos y parecía suplicar algo.  Mi papá meneó la cabeza y, antes de abrir, dijo: “otro gringo loco”.
Nos amontonamos unos en la puerta que daba a la sala y otros en la ventanita que daba a la calle para poder ver lo que pasaba ahí afuera.  Jamás olvidaré a ese güero bañado en sangre que hacía ver a mi papá tan pequeño y tan asustado a su lado.  Nadie sabía hablar inglés en la familia, pero todos sabíamos que estaba pidiendo ayuda.  Mi papá le arrimó un bote con agua y una toalla para que se limpiara, y sacó una camiseta para que se vistiera.  Entre señas de uno y del otro nada se pudieron entender, y el gringo decidió partir hacia la nada así como había llegado.  Mi papá cerró la puerta y nos regañó a todos por chismosos antes de mandarnos a dormir.  A mí hasta se me había olvidado que quería hacer pipí, y la mañana nos sorprendió a todos con los ojos bien abiertos y en silencio.
Mi mamá se levantó y se puso a regar en el patio el agua teñida de rojo que había quedado en el bote que usó el gringo.  Ninguno de nosotros quiso pisar el patio mientras estuvo mojado.  Durante el desayuno, mi papá se lamentaba porque, con lo ofuscado que se había puesto en la noche, le dio al extraño su camiseta favorita.  Todos nos preguntábamos qué le habría pasado a esa persona, pero ninguno tendría la respuesta sino hasta que la tarde comenzó a llegar.
El sol se levantaba en el centro del cielo cuando el rumor de una avioneta estrellada en el arroyo llegó a la casa.  Todos los hombres de las casas cercanas fueron a ver qué había pasado, y todos los seguimos con la curiosidad que movía nuestros pies astutamente entre matas de caribe y choyas.  Al llegar, lo único que se veía eran fierros torcidos y gringos muertos.  Algunos de los presentes estuvieron de acuerdo en sacarlos de ahí para darles sagrada sepultura, pero otros alegaban que no era asunto de ellos hacer eso.  En la disputa ganó la piedad por las almas ajenas y, uno a uno, fueron sacando los seis cuerpos desfigurados del interior de la avioneta, y los cargaron a la casa más cercana, que fue la de Don Chando.  Acostaron a los cadáveres justamente en el mezquite en el que nadie volvió a jugar lotería.  Por ningún lado apareció el otro gringo, el que había tocado la puerta de nuestra casa la noche anterior.
Los hombres, exhaustos, se pusieron a fumar abajo del árbol de eucalipto, mientras las mujeres ahuyentaban a las gallinas que querían picotear a los muertitos.  Todos parecían esperar algo, aunque no sabían qué era.  En eso, llegaron muchos de ellos; una turba de güeros en camionetas irrumpió buscando a sus difuntos.  Nadie les entendió lo que dijeron, pero todos se sintieron aliviados al saber que la muerte se alejaba.
Yo no lograba cavilar todo lo que había sucedido.  A decir verdad, era mi primera experiencia mortuoria.  Nadie de mi familia había fallecido aún, ni de mis vecinos.  El impacto causado por esta situación, pensaba yo, sería muy difícil de superar.  Y eso que todavía no tenía ni la menor idea de lo que pasaría después.
Todo cambió tras el incidente.  Las tardes ya no eran de lotería en la casa del vecino.  Nos daba miedo siquiera acercarnos ahí.  Después se comenzó a rumorar que se oían voces que venían del mezquite, que se veían cuerpos flotando a su alrededor, que había llantos, gritos, y no sé qué tantas cosas más… y yo me las creía todas.  Ir a la bacinica nocturna nunca volvió a ser lo mismo.  El miedo me impedía dormir a gusto, y me hacía llorar de angustia cuando mi papá se embarcaba.
Una noche, mi mamá nos obligó a mí y a dos de mis hermanos a ir a la casa de la esquina, con Doña Noy, a pedirle tantita sal.   Por más que suplicamos y que fingimos desmayos y ataques, nos sacó a empellones de la casa con el cinto más grueso de mi papá en la mano.  “No sean collones”, fue todo lo que escuchamos mientras nos alejábamos arrastrando los pies.  De ida todo fue muy normal, pero de regreso vimos algo espeluznante.  El fogón de Don Chando, que estaba justo a lado del mezquite, se prendió fuego solo.  Corrimos angustiados, a decirle a mamá que saliera a ver lo que había pasado, pero antes de que llegáramos a la casa, se apagó.  Nadie nos creyó nada, pero nosotros sabíamos que era cierto.
Al día siguiente, y para sorpresa de todos, colgada del mezquite apareció la camiseta favorita de mi papá, empapada de sangre.  Fue entonces que todos supimos que algo tenía ese árbol.  Habría quedado poseído, tal vez.  El miedo que antes sólo embargaba las almas de los infantes, ahora se extendía a todos los que sabían la historia, y lo llegaron incluso a ver como algo demoniaco.  Muchos, enajenados por el terror colectivo, le sugirieron a Don Chando que lo cortara, pero él siempre pensó que lo único que haría que se fueran los espíritus sería cortar todo ese pedazo de tierra donde habían sido arrastrados los cuerpos sin vida de los accidentados.  Otros quisieron hacer justicia por mano propia, y se encaminaban machetes en mano dispuestos a ponerle fin a su martirio, pero ninguno se atrevió nunca a concretar dichos planes.
El tiempo secó al mezquite, que hoy es un tronco tirado atrás de una casa vieja.  Las voces se fueron haciendo tan normales que ahora nadie las oye.  Yo, aún después de tantos años, todavía camino con cuidado después de que el sol se esconde cuando paso por la calle que ahora lleva el nombre de Francisco Villa.

Germinal

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA NACIÓN VS LAS REGIONES

 
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
SUBSEDE: CABO SAN LUCAS


CURSO: “HISTORIA REGIONAL, FORMACIÓN DOCENTE Y EDUCACIÓN BÁSICA EN..."
COORDINADORA: PROFRA. PATRICIA WOODWARD JIMÉNEZ.
ALUMNA: SANDRA LIZBETH MEZA AVILÉS.
“LA NACIÓN VS LAS REGIONES”
Autor: Jorge Zepeda Patterson.
“Esas enseñanzas históricas nos dan fortaleza y nos permiten
enfrentar los retos que tenemos por delante: afianzar la gobernabilidad
 democrática; consolidar el Estado de Derecho, garantizar los derechos
sociales de todos los mexicanos, especialmente de quienes tienen
menos recursos, y consolidar un país equitativo  e  incluyente.”
-Vicente Fox Quesada.

Con una entrada un tanto polémica, de retos de papel, nunca de acción, se trata de ilustrar la doble moral en la que ha estado inmerso nuestro país desde el 2000, año en que históricamente se cambió de partido oficial en el poder federal.  La reflexión se deja abierta. 
En el escrito que se analiza, el autor expone de manera diacrónica, el aferro al poder y el rehúso a cumplir responsabilidades, que ha mostrado el Estado mexicano a través de su centro político.  Esto desde una perspectiva del siglo XX.  El propósito, según el autor mismo, es de “explorar hasta qué punto las identidades territoriales constituyen un factor político en México.”[1]  Desde mi perspectiva, podríamos cambiar el título de “territoriales” a “regionales”, para hacer menos debatible el objetivo de su escrito.  A continuación se presentarán los puntos más importantes del mismo.
HISTORIA DE UN OMBLIGO
En este apartado, el autor defiende la idea de que la formación regional en México, se dio como resultado de su historia, y de los designios del centro político del país.  Cito: “la de México es una historia destilada de los procesos que simultáneamente forman a la nación, al Estado y a las regiones.”[2]  Entonces, tomando en cuenta que vivimos en una república federal que más bien se presenta en la práctica como centralista, estamos de acuerdo con Zepeda, en que esta forma de gobierno ha sido un método para organizar el país, porque a través de sus múltiples movimientos sociales, ha caído en el riesgo de ser tierra de nadie.
EN EL PRINCIPIO VA EL CENTRO
“Eternamente en construcción, pero sin plan maestro,
esa manía de levantar un templo sobre otro templo.”
-       J.M. Aguilera.
Aquí Zepeda Patterson hace hincapié en la elección de Tenochtitlán como base de la civilización colonial.  Esto por varias razones, en parte porque ya contaba con una estructura antes que los gachupines arribaran, y en parte porque tiene un lugar privilegiado en Mesoamérica.
El autor expone que la táctica de la corona fue implementar en el mismo centro hegemónico, una red de centros urbanos regionales piramidales, que, obviamente, convergían económica, política, social y religiosamente en la antigua ciudad azteca.
LOS ORÍGENES DEL REGIONALISMO
Con toda la seguridad de sonar juiciosa, tengo que comentar que los movimientos armados en México han sido sólo para derrocar algo que no pueden reemplazar.  Así sucedió con la Independencia y con la Revolución, una vez que obtuvieron el poder, no supieron qué hacer con él.
En otras palabras, pero con el mismo sentido, señala Zepeda que “en la medida que la Independencia se resolvió en el terreno político y no en el militar, quedó pendiente la definición del país al que se quería llegar.”[3]  Entonces, no fue la falta de ideales, sino la falta de concreciones lo que provocó que el nacimiento de la Nación Mexicana se fuera directamente a la renta y no pasara por el cine.  El liderazgo del país naciente no comenzó a caminar con el pie derecho.
Lo anterior, entre otras cosas, provocó que se cimentaran los regionalismos en gran parte del territorio mexicano.  Los parroquialismos, aunados a los sentimientos de pertenencia local, explica el autor que fueron utilizados por los Federalistas para engañarse a sí mismos y engañar a todos de que eso era política.
Es en ese ánimo de país, donde entra una época, si no de esplendor, al menos de relativa calma.
DON PORFIRIO Y LAS ÉLITES REGIONALES: UN CENTRALISMO MATIZADO
“Esa gallinita quiere maiz[4]”.
-       Porfirio Díaz.
Como no soy admiradora del Porfiriato, el paseo por esta época mexicana por demás conocida y comentada será breve.  A continuación, los puntos más importantes mencionados por Zepeda como legitimadores del régimen de Díaz en su apartado:
·        La época: demandaba unificación política y económica nacional.
·        Expansión capitalista: demandaba institucionalizar la vida político-económica de países como México.
Ahora las consecuencias de dicha época:
·        Emergencia de una nueva regionalidad.
·        Despolitización de las identidades regionales.
·        Desplazamiento de los centros económicos hacia el norte y sureste.
·        Re-establecimiento de la Ciudad de México como centro de poder.
REGIONES REVOLUCIONARIAS
REGIONES REVOLUCIONADAS
“You say you want a revolution…
Well, you know, you better free your mind instead.”
-       The Beatles.
Según Ríus en su libro amarillo huevo titulado “La revolucioncita mexicana”, y tantos otros autores en otros documentos, la Revolución Mexicana fue una guerra de guerrillas, no un movimiento uniforme.  Cuando el 20 de Noviembre de 1910 se echó a andar la indumentaria revolucionaria, fueron pequeñas explosiones de rebelión; unos poquitos por acá, otros por allá, otros ni por enterados.  Y así continuó, no fue un movimiento de organización e implementación masiva.
En este apartado, el autor expone esa idea, basado en la perspectiva regional.  Se dice que en aquellas zonas donde realmente hubo conflicto armado, se hicieron arreglos claros y contundentes entre una y otra rama del poder (los que querían un cambio y las antiguas estructuras).  También dice que en las regiones donde la revolución se olvidó de pasar, se hicieron arreglos de recomposición organizativa entre los poderes locales y el central, a favor del último.
LA NACIONALIZACIÓN DE LA PROVINCIA
Aquí me parece adecuado señalar que la historia oficial mexicana, es, como ya muchos sabemos, una historia de bronce.  Hay algunos malos, pero hay muchos muy buenos; hay héroes.  Lo anterior lo comento porque es de suma importancia lo que el autor menciona en relación a que la historia de todas las rebeliones locales en contra del poder central, se hacen de menos a la luz pública.  ¿Dónde está Acteal en nuestras aulas?
También concuerdo con el autor en su punto de vista acerca del reduccionismo en terminología del Estado: en esta época todo es lo mismo, llámese Nación, Estado o Gobierno, sea una cultura regional, popular o nacional.  Ahora citaré algo que considero bastante idóneo a la situación de terminología forzada: “el binomio SEP-Televisa (los) ha(n) convertido en sinonimia”.[5]  Aquí cabría mencionar, dada la diferencia de época de análisis, que en el tiempo de Zepeda, Televisa estaba bajo el liderazgo del “Tigre” Azcárraga, era el tiempo en que la televisora trabajaba para el gobierno, pero de unos años para acá, los papeles se han invertido: ahora es el gobierno el que trabaja para la televisora.  Estamos a la merced de lo que los amarillismos televisivos opinen de las cuestiones que deben importarnos.  Por tiempo y espacio de realización del presente escrito, quedan a consideración propia las demás reflexiones al respecto.
EL PROBLEMA DE LA CONSTRUCCIÓN DE SUJETOS REGIONALES
En estos tiempos, el corporativismo del Estado Mexicano que comenzara en los cuarentas con el Tata Cárdenas, hace a la rebelión una arista más de la institucionalidad que mueve al país.  El autor, al respecto, expone que lo anterior hace imposible la formación de sujetos políticos líderes regionales, creíbles e íntegros, gracias a que los conflictos se cooptan en sus orígenes.
La parte que me importó más de esta sección, es en donde el autor reconoce que lo anterior no es generalizable.  Han existido movimientos genuinos, regiones enteras que han levantado la voz para reclamar lo que es suyo; lamentablemente, el resultado no ha sido óptimo en la mayoría de los casos.  Situaciones como el conflicto en Atenco (por citar alguno), donde la brutalidad policial arrasa y destruye comunidades enteras son cada día más frecuentes.  El abuso de imágenes televisivas donde repiten hasta la náusea situaciones como la del policía tirado en el suelo que es pateado por dos campesinos, para esconder los abusos que deberían de importarnos, y así privar de la información real a la población, hacen que eventos de insurrecciones regionales queden relegados al olvido colectivo y a la impunidad legal.
LÍMITES Y POSIBILIDADES DE UN REGIONALISMO CONTESTATARIO
“Todo es global, todo es virtual y todo sabe igual…
La realidad se nos perdió y quedó cerca de Acteal.
La realidad no es comercial y tú prefieres no mirar”.
-       J. M. Aguilera.
La nación mexicana, apoyada por sus aliados infalibles que ya habíamos mencionado antes (SEP-Televisa), se ha propuesto algo que, me temo, está logrando: homogeneizar una conciencia nacional que esté por encima de las identidades regionales.
A todos nos consta, con la reciente euforia por el bicentenario y centenario recién celebrados, que la publicidad desborda en proporciones a todo lo antes visto.  Los spots televisivos de las distintas regiones del país siempre llegaban a la misma conclusión: “x estado, es México”.  Tú, ciudadano promedio, eres México, no importa de dónde seas.  Así es que, lo que le beneficie a México, ¡te beneficia a ti!  A quién importa si tus impuestos se están yendo a solventar una guerra contra el narcotráfico que lo único que ha hecho es matar inocentes… Eres México (ra-ra-ra).
Esto ha llevado a una enajenación colectiva con propósitos meramente políticos.  En la zona en la que vivimos, Cabo San Lucas, los recursos que egresan de aquí, van directo al centro del país, luego se regresa una parte que no llega aquí, sino a San José del Cabo, y de ahí, nos dan una parte y se quedan allá con otra.  ¿Sabes cuánto dinero producido en la zona podría utilizarse para mejorar nuestro sistema educativo?  ¿Sabes cuántas aulas atiborradas de niños podrían convertirse en salones con tecnología de punta que tuvieran el espacio suficiente para una cantidad razonable de aprendices en ellas?  Mientras que imaginamos un mundo guajiro, hay personas muy interesadas en que no nos interesen esas cosas.  Lo malo es que su plan funciona.  Para el pueblo: pan y circo.  No es nada nuevo.
DOCENTE:
¿Qué te interesa a ti?
Tu opinión me importa.


[1] ZEPEDA Patterson, Jorge.  “La nación vs las regiones”, en: Historia regional, formación docente y educación básica en…” UPN, México, 1995, p. 126.
[2] ÍDEM.
[3] ZEPEDA Patterson, Jorge. Op. Cit. P. 127.
[4] El quitar el acento fue intencional.
[5] ZEPPEDA Patterson, Jorge. Op. Cit. P. 132 (los paréntesis no se encuentran en el original).

miércoles, 9 de marzo de 2011

"MÉTODOS PARA EL ESTUDIO DE LO REGIONAL"

CURSO: “HISTORIA REGIONAL, FORMACIÓN DOCENTE Y EDUCACIÓN BÁSICA EN…”
COORDINADORA: PATRICIA WOODWARD JIMÉNEZ
ALUMNA: SANDRA LIZBETH MEZA AVILÉS
GRUPO: 4 ° A
ANÁLISIS DE LA LECTURA:
“MÉTODOS PARA EL ESTUDIO DE LO REGIONAL”
DEL AUTOR GEORGE PIERRE

“Mi espíritu, enajenado por aquellos indescriptibles
atractivos, rebosó de sí mismo, y hasta de mí se desprendió
de igual manera que el rayo sale de la nube hacia abajo.”
-Dante Alighieri, “La divina comedia”, fragmento.

El apasionante mundo del estudio regional, tanto por interesante como por imprescindible, ha atraído a un ingente número de investigadores de múltiples ramas de las ciencias sociales.  Esto era notado por George Pierre el siglo pasado, donde ya abundaba la literatura regional multidisciplinariamente estudiada.
En consecuencia, ha habido una tergiversación de la terminología regional, dadas las diferentes naturalezas de formación de los investigadores.  Lo anterior, aunado a la involución lingüística que se ha venido gestando desde que la explotación indiscriminada de los medios audiovisuales ganó terreno que algún día perteneció a la lectura, ha provocado que los estudios regionales parezcan escritos en lenguas ancestrales y desconocidas para un lector desprevenido.
En pro de esclarecer algo por demás sencillo, pero que se ha revestido de velo de incógnita, el autor propone una separación de elementos de análisis en los estudios regionales.  Sintetizando, quedan los siguientes rubros:
a)    La población.
b)    Los recursos.
c)    El consumo.
d)    Las relaciones exteriores.
e)    La estructura geográfica.[1]
En el ámbito poblacional, menciona Pierre que se deben observar dos variables: los aspectos demográficos y sociales.  Estoy de acuerdo con el autor en que el estudio de la población es obligatorio hacerlo en materia regional, pues es un organismo humano el que se está analizando.  Ahí entra la disyuntiva “cualitativo” vs “cuantitativo”, pues en un  trabajo de esta índole se deben usar ambos.  Herramientas tales como la estadística, que arrojan datos “duros” a la investigación, son las bases para realizar cualquier tipo de interpretación respecto a una región determinada.
En el ámbito de los recursos y su utilización, nos introduce en la economía regional: ¿de dónde se generan los ingresos de determinada población? Así es que el escudriñar la explotación de recursos de cierta región es, otra vez, un trabajo multidisciplinario.  Pero, lo que llama mi atención es el tercer punto, que pondera la relación de los dos primeros: el consumo.  Considero que si Pierre hubiera escrito en esta época, le tendría que dar más importancia a ese apartado que apenas tocó, pues el consumo actual supera por mucho la capacidad de producción económica de la población.  Con el “boom” de las tarjetas de crédito y todo el auge de lo que me gusta llamar “trueque infinito” (ese de llévatelo hoy y págalo por siempre), la población adquiere bienes fuera de su alcance.  Pero ese tema no incumbe a lo que ahora tratamos, así que lo dejaremos para otra ocasión.
Como parte integrante de la realidad regional, un punto muy importante son sus relaciones exteriores.  En una ciudad como Cabo San Lucas, se ejemplifica ampliamente la importancia de cómo los influjos nacionales y extranjeros determinan y configuran todos los demás aspectos de análisis regional.
Al final de este apartado, pero no por ello menos importante, está la estructura geográfica.  El autor menciona la necesidad de zonas relativamente homogéneas, que brinden oportunidad al investigador de hacer lo más objetivamente posible su estudio.  Aunado a lo anterior, propone observar también las redes urbanas, por aquello de la polarización que ya se ha comentado  antes.
Para cerrar la lectura, el autor pone sobre la mesa puntos bastante debatibles sobre lo que se dice de las regiones.  Al mencionarlo de esta manera (“lo que se dice”) es porque considero de mucha importancia, tal como el autor lo expuso, desenmascarar ciertos encasillamientos sociales, y por lo tanto arbitrarios, que se hacen al respecto de las regiones.
No es secreto que la postmodernidad nos ha llevado a ser adictos a muchas cosas; a la ropa, a la comida, a las drogas (legales e ilegales), etc.  Todo eso es normal en nuestra época, pero hay una adicción que arrasa con todas las demás, y es, incluso, madre de muchas de ellas: la adicción a la moda.  Hacemos porque los demás hacen, compramos porque los demás compran, decimos porque los demás dicen.  Es en esta última moda, donde encuentro uno de los grandes males de nuestro tiempo, y que afecta directamente a las regiones, palabras tales como “tercermundista” (que desde que se acabó la guerra fría ya no existe el tercer mundo), “subdesarrollado”, y otras tantas de las cuales me confieso culpable de mofarme todo el tiempo, se han hecho parte del lenguaje común para denominar a la región mexicana en general.  Si lo que dices, es lo que piensas, y la manera de pensar determina las acciones del ser humano: ¿cómo progresará algún día el país con una mentalidad ciudadana de ese tipo? ¿Estamos conscientes de lo que implican dichos términos?
Sin afán de convertir este análisis de lectura en una batalla campal, me gustaría finalizarlo con una reflexión que desde siempre me ha inquietado.  Docentes: tenemos una misión en esta profesión, y es la de accionar engranes para que las cosas cambien.  Está bien darse cuenta de la situación, pero está mejor hacer algo al respecto.  Felicidades a todos aquellos que por convicción, no por moda ni por calificación, se dan cuenta de las cosas, pero en vez de encasillarlas en frases de filósofos de sillón, se despiertan todas las mañanas con la firme idea de que están transformando su mundo.

Tu opinión puede o no interesarme.

“Emancipate yourselves from mental slavery.
None but ourselves can free our mind.”
B. Marley.
A un simio se le disculpa el uso de las armas porque no puede usar las palabras.


[1] PIERRE, George. “Métodos para el estudio de lo regional”, en: “Historia regional, formación docente y educación básica en…” UPN, México, 1995, p.50